25/09/2021
NOTICIA. El nuevo poder de los talibanes en Kabul (Afganistán) declaró una amnistía extensiva a todos los afganos, incluido el presidente fugitivo Ashraf Qani permitiéndole que regrese a Kabul.
Comentario
Afganistán y el final de los imperialismos militares
En el mes de agosto del 2021, Afganistán ha puesto fin a la guerra de veinte años (2001-2021) de la OTAN en ese país. El nuevo poder de los talibanes en Kabul, tras el anuncio del final de la guerra declaró una amnistía extensiva a todos los afganos.
En una entrevista exclusiva con la cadena paquistaní Geo News, el líder talibán, Jalil Rahman Haqani, manifestó el 22/08/2021, que el presidente fugitivo Ashraf Qani, el vicepresidente Amrulá Saleh, así como el ex-asesor de seguridad nacional, Hamdulá Mohib si quieren pueden volver al país. También, instó a los afganos que buscan huir del país a que no lo hagan, puesto que el gobierno no va a tomar ninguna medida de represalia contra ningún afgano, afirmando que “los tayikos, baluchis, hazaras y pashtunes son todos hermanos de talibanes”, prometiendo seguridad a todas las tribus afganas.
En la actualidad el movimiento talibán es muy diferente del que gobernó Afganistán entre 1996 y el 2001, sus llamamientos a la reconciliación entre todas las etnias afganas está orientado a establecer una paz duradera que garantice la reconstrucción soberana del país tras la guerra. Ello implica ganarse la confianza de la naciones vecinas, y principalmente de Rusia, China e Irán, cuestión que solo será posible con acciones prácticas que demuestren su voluntad de ser un movimiento pacífico contrario a toda forma de terrorismo y comprometido con el bienestar de su población, lo que llevará su tiempo.
Datos de Afganistán (Un país pobre tras la guerra)
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Afganistán tras un largo periplo de casi dos siglos de invasiones 1839-2021 ha sido en la Historia Contemporánea la nación que durante mayor periodo de tiempo ha sido invadida. Tras la expulsión de las fuerzas de la OTAN, es muy posible que esta atormentada nación haya puesto fin a su historia de invasiones.
Invasiones
de Afganistán en la Historia Contemporánea
Afganistán fue ocupada por Gran Bretaña varias veces entre
1839 y 1919, año en la que declaró su independencia. Mantuvo un régimen
monárquico hasta 1973, fecha en la que se estableció la República de
Afganistán. En 1978, la Revolución de Saur de inspiración soviética estableció
la República Democrática de Afganistán. La intervención de la Unión Soviética
en apoyo del gobierno dio inicio a la guerra de Afganistán (1978-1989), contra
la guerrilla islámica, que recibió el apoyo de Estados Unidos, Arabia Saudita,
Pakistán y otras naciones occidentales y musulmanas. Los soviéticos se
retiraron en 1989, pero la guerra civil prosiguió hasta que en 1996, los
talibanes establecieron el Emirato Islámico de Afganistán.
En 2001, en reacción a los atentados del 11 de septiembre de 2001, una coalición internacional de la OTAN liderada por Estados Unidos invadió el país, derrocó a los talibanes y colocó en el poder a un nuevo gobierno, dando lugar a una nueva guerra de los talibanes contra las fuerzas ocupantes. En el año 2020, EEUU, el gobierno prooccidental afgano y los talibanes, que controlaban más de la mitad del territorio de Afganistán, iniciaron negociaciones con el fin de poner fin a la guerra, que concluyeron con la retirada de las fuerzas de la OTAN, y el ascenso de nuevo al poder de los talibanes en agosto del 2021.
El
final de los imperialismos militares
A finales del siglo XX, tras la desaparición de la URSS, los
estrategas estadounidenses, entendieron que sin oponente militar era el momento
de lanzarse a regir los destinos del Mundo desde la nación que se había
constituido en el Centro del sistema político y económico mundial: Estados
Unidos.
Tras el atentado terrorista contra las torres gemelas de Nueva
York el 11S del 2001, el gobierno de Estados Unidos diseñó un Plan mundial por
el que se magnificaba la amenaza terrorista, con ello, se tenía el pretexto
para formular la política del ataque preventivo, “atacar para evitar se
atacado”.
El primer objetivo fue Afganistán. Se derrocó al gobierno de
los talibanes. Eso animó a los estrategas de EEUU a seguir adelante en su
política de instaurar un mundo unipolar bajo la égida de Estados Unidos. La
invasión de Irak en el año 2003 al margen de la ONU montada sobre la mentira de
que el régimen iraquí tenía armas de destrucción masiva para su uso contra EEUU
o sus aliados, servía al propósito de la guerra preventiva, así como para crear
una alianza de países que funcionarían dejando de lado a la ONU y bajo la
dirección de Estados Unidos. El éxito de esa guerra garantizaba el éxito de esa
nueva alianza de naciones.
La invasión fue todo un éxito, mas cuando parecía inevitable
que este plan funcionara, comenzó poco a poco a desmoronarse. Diferentes
naciones se resistieron a aceptar la nueva política de hechos consumados de
EEUU, pero por encima de esas objeciones a la invasión, lo que hizo inviable la
misma, fue la constatación como una verdad histórica inconmovible: “que la época
histórica de los Imperios coloniales con presencia militar y administración del
invasor en territorio ocupado había pasado”.
Las guerras de independencia contra los últimos imperios
coloniales francés y británico estaban aun calientes en la memoria de quienes
habían luchado contra ellos. No importaba que esta vez la ideología que
encabezaba la resistencia al nuevo imperialismo militar estadounidense no
estuviera inspirada en principios laicos, sino religiosos, el resultado era el
mismo, una fiera resistencia al invasor. Como en Vietnam el guión parecía
también escrito, la ocupación se ganaba pero la guerra se perdía.
La humillante derrota de EEUU en Afganistán en agosto del 2021
por un pueblo de campesinos y pastores tras veinte años de ocupación de esa
nación por el ejército y la alianza militar más poderosa de la historia (OTAN),
ha vuelto a dejar claro que la pretensión de EEUU de cambiar el estatus mundial
por la fuerza de las armas, no puede imponerse a determinados valores alcanzados por la
mayoría de las sociedades del mundo forjados a lo largo de la historia
contemporánea. Esos valores tienen que ver con la asunción colectiva de las
“soberanías nacionales” como marco de decisión política, que propiciaron la
descolonización, y ante las cuales, las ambiciones imperialistas sucumben.
El imperialismo como método de expansión militar en el siglo
XXI, tras la guerra de Irak y el final de la ocupación militar por la OTAN de
Afganistán durante veinte años ha venido a ratificar esa realidad histórica.
Pero no solo ha muerto el imperialismo militar de EEUU sino de todos los
potenciales imperialismos militares, porque cualquier experiencia similar está
de antemano condenada ya a su derrota.
A su vez, el concepto de guerra ofensiva relámpago como método expansionista ha quedado obsoleto, porque el rápido triunfo militar de la ocupación no garantiza a la postre el éxito de la contienda en la guerra prolongada y, además, produce la pérdida de la influencia política del agresor. Afganistán representa una confirmación de esta realidad, pues EEUU no solo ha perdido la guerra sino también la influencia sobre ese país.
Un
nuevo paradigma en las relaciones internacionales
En este nuevo escenario mundial en el que las políticas de agresión militar han sufrido un duro revés, la humanidad y las naciones se enfrentan al desafío de lograr un nuevo paradigma universal que reemplace el imperialismo militar y el neo-imperialismo económico por otro basado en el respeto a la soberanía de las naciones y la colaboración para el beneficio mutuo.
La voluntad transformadora que impulsa los cambios globales
precisa de ese nuevo paradigma universal porque los desheredados de la tierra
quieren salir de su situación de pobreza y la humanidad se enfrenta a problemas
como el cambio climático, la malnutrición, las enfermedades y el analfabetismo,
problemas que necesitan de soluciones globales.
El recorrido histórico de más de dos siglos ha desbrozado lo
verdadero de lo falso en el avance de la civilización humana. Lo falso ha sido
que la verdad de unos no se puede imponer por la fuerza de las armas a otros,
pretexto bajo el que actuaron los imperios coloniales europeos, el imperialismo
de EEUU y el de la antigua URSS. Lo verdadero es que el género humano ha
extraído de ese camino de dolor, la experiencia de que solo es posible avanzar
desde el diálogo, el respeto y el entendimiento entre el mosaico de naciones
surgidas desde el siglo XVIII tras un doloroso parto de guerras, y lo verdadero
es también que el ritmo de los cambios políticos y sociales lo deben marcar los
propios ciudadanos de cada nación.
Una nueva realidad política comienza a abrirse camino con el
declive de la cultura imperialista Occidental: la formación de un mundo
multipolar basado en el acuerdo entre potencias en unas relaciones entre
iguales. Por otra parte, los países que no son “polo” también están interesados
en que se desarrolle un mundo multipolar porque les permite establecer sus
relaciones internacionales preferentes en libre competencia, en lugar de
depender exclusivamente de Occidente.
El enemigo número uno para llevar adelante esas transformaciones sigue siendo la vigencia de la concepción retrógrada de sacar beneficio unilateral de unas naciones a costa de otras, presente en las sociedades que su grado de bienestar ha alcanzado un alto desarrollo, pues entienden que los postulados políticos universales pueden perjudicar su estatus.
Serán pues los países o regiones del mundo más poblados y emergentes económica y políticamente los más interesados en un proceso integrador, y por ello son quienes están llamados a liderar esta iniciativa. El avance económico y diplomático en el escenario mundial de estas naciones es lo que puede hacer que los viejos imperios occidentales abandonen el neo-imperialismo económico y se inclinen hacia una política sincera de colaboración entre naciones.
En el actual momento histórico, la integración política y económica
mundial vendrá determinada en gran medida por la relación entre Occidente y
Oriente.