01/03/2020
NOTICIA. Bernie Sanders,
aspirante demócrata a la Presidencia de EEUU, criticó los enormes gastos del
Gobierno estadounidense en las guerras interminables que ha iniciado y
alimentado en la región de Asia Occidental.
Comentario
De la tiranía y la autoconciencia
de las naciones
Bernie Sanders,
en una de sus intervenciones en televisión en el marco de su campaña para
conseguir la postulación por el partido demócrata a la Presidencia de EEUU,
criticó la política de la actual administración republicana estadounidense en
el Oriente Medio, por los enormes gastos del gobierno en las guerras en la
región y por su política de alianzas con Arabia Saudita e Israel. Sobre Arabia
Saudita calificó a sus gobernantes de tiranos millonarios y asesinos, y al primer
ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de “racista”, subrayando que la política
de EEUU debe ser propalestina.
Las intenciones
de Sanders en el caso de llegar a la presidencia de EEUU de cambiar la política
exterior de EEUU, es muy loable por lo beneficios que traería a la distensión
en las relaciones internacionales, pero ello no es posible. EEUU en sus casi
dos siglos y medio de historia ha pasado de ser la nación que inició
históricamente la rebelión contra la tiranía del Antiguo Régimen a ser
en la actualidad una nación que debe su prosperidad en gran medida al
sometimiento de otras naciones a sus intereses y, por ello, su acomodación a
los nuevos tiempos no va depender del discurso de las campañas electorales sino
solo puede ser fruto del empuje de otras naciones en el escenario
internacional, cuestión que llevará su tiempo.
-----------
El concepto de
la Tiranía aparece por primera vez en la Antigua Grecia para definir la
relación entre el monarca que detenta el poder absoluto y sus súbditos, en la historia
contemporánea se ha identificado con un uso abusivo del poder político que
se ha usurpado, un poder que no sólo es ilegítimo por su origen, sino también
injusto por su ejercicio. La Ilustración atribuyó el ejercicio de la
tiranía a los monarcas, quienes ostentaban el poder absoluto. En la declaración
de Independencia del 04/07/1776, de Estados Unidos, se puede leer: La
historia del actual Rey de la Gran Bretaña es una historia de repetidos
agravios y usurpaciones, encaminados todos directamente hacia el
establecimiento de una tiranía absoluta sobre estos estados.
Bajo el Antiguo
Régimen absolutista, el concepto de nación no tenía ningún
significado político, sobre quien descansaba la soberanía territorial era en el
Rey. Al no existir la nación como ente soberano, las fronteras eran las
establecidas por las posesiones del Rey, las cuales podían cambiar en función
de anexiones mediante la fuerza militar o a través de uniones entre diferentes
casas reales. En la actualidad el único país basado en las posesiones del Rey
es el de la monarquía Saudita, que da nombre al país: Arabia Saudita.
El pensamiento
ilustrado sería el primero que otorgaría a la Nación el valor político
de soberanía por encima del Rey. El Artículo 3º de la Declaración de los
derechos del hombre y del ciudadano, proclamada el 26/08/1789 por los representantes
del pueblo francés constituidos en Asamblea nacional, lo expresa claramente:
"El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación.
Ningún cuerpo, ningún individuo, pueden ejercer una autoridad que no emane expresamente
de ella".
En la revolución
e Independencia de EEUU, la lucha contra la tiranía tiene una connotación
doble: 1. en la relación del pueblo con el Rey, y 2. en la relación de los
territorios con el Rey, en la primera el pueblo pasa de estar compuesto por súbditos
del Rey a estarlo por ciudadanos de la Nación; en la segunda, la
soberanía detentada por el Rey pasa a descansar en la Nación lo que da
lugar a una nueva nación con nuevas fronteras. En el caso de la revolución
francesa, la lucha contra la tiranía se fundamenta en despojar al Rey de todas
sus atribuciones, pero al no haber cuestionamiento territorial, la nación surge per
se como ente soberano en sustitución de la soberanía del Rey, pero las
fronteras no sufren modificación.
En EEUU, la
lucha contra la tiranía implicaba necesariamente la constitución de una nueva
nación, mientras que en el caso de Francia no. En Francia la sustitución del
Rey por la República no implica un cambio en las relaciones de dominio territorial
que el Estado francés mantenía con sus colonias, con ello, la nueva república
francesa a pesar de proclamar el final de la tiranía sigue manteniéndola sobre las
colonias a través de gobernantes no elegidos por los habitantes de los
territorios colonizados, sino impuestos desde la corte imperial republicana.
La relaciones de
tiranía colonial fueron rotas por primera vez con la Independencia de EEUU el
04/07/1776, y con posterioridad, en la primera mitad del siglo XIX, se
extendería a todas las Américas. España, debilitada como imperio tras su derrota
por el Imperio Británico en la batalla de Trafalgar en 1805, dejó de ostentar
el dominio marítimo en el Atlántico, y a causa del desgobierno que introdujo la
invasión napoleónica en 1808, no pudo evitar que sus dominios en América irían
constituyéndose en naciones independientes y soberanas. Sin embargo, al declive
colonial de España le sucedería el auge imperial colonial de Francia y Gran
Bretaña. En la segunda mitad del siglo XIX, Gran Bretaña y Francia, se repartían la mayor parte de Asia y África en régimen colonial y, una tercera potencia, EEUU, bajo el pretexto de defender a las naciones
americanas de las potencias europeas, basado en la doctrina del presidente
James Monroe (1823) de "América para los americanos", extendía su
tutela a todo el continente americano.
Era la paradoja
de la diferente autoconciencia de los pueblos que conformaban el mundo a
mediados del siglo XIX, mientras el continente europeo vivía una serie de
revoluciones liberales impulsadas por las nuevas clases burguesas que pondría
fin a la tiranía de las monarquías absolutistas reduciendo sus poderes o
aboliéndolas en nombre del ideal de la Nación, los nuevos poderes burgueses de
las metrópolis europeas sometían fácilmente bajo un tiránico dominio colonial a
pueblos en Asia y África carentes de autoconciencia política como nación.
----
En el
pensamiento filosófico occidental, la autoconciencia de los pueblos y
clases sociales constituye un impulso intelectual colectivo en torno a una
serie de valores políticos, sociales y culturales que toman cuerpo en amplias
capas de población. Todo sujeto capaz de pensar puede experimentar un
proceso de ser un sujeto "en sí", a ser un sujeto "para
sí". Un pueblo o una clase social objetivamente son sujetos "en
sí", al igual que lo son las cosas que nos rodean, su carácter
definitorio viene determinado por la características que lo componen, en un
pueblo puede ser su cultura sus tradiciones, su lengua etc., de manera
diferente el ser "para sí" viene determinado cuando las
características del ser "en sí" a través de un proceso de autoconciencia
colectiva adquieren un rango mental superior, por ejemplo: la Nación.
En los filósofos
decimonónicos idealistas como Hegel, la autoconciencia constituye la
emergencia del impulso del espíritu en las personas y los pueblos hacía
valores superiores, mientras que en los filósofos materialistas como Marx es un
proceso que viene determinado por las condiciones materiales de
existencia de las clases sociales y los pueblos, que precisa de un pensamiento
revolucionario que sirva de vínculo a la autoconciencia del ser "para
sí".
La clase social
que cambió el mundo radicalmente en los siglos XVIII y XIX fue la burguesía de
las ciudades europeas y principalmente la burguesía industrial y financiera.
Durante casi cuatro siglos la burguesía permaneció relegada del poder político; la nobleza y la Iglesia detentaban la propiedad de la tierra y constituían el
soporte político y social de las monarquías absolutistas. Durante los siglos
XVI - XVII - XVIII, la burguesía gracias al comercio de ultramar acumuló grandes
sumas de capital que no podían ser invertidas en el valor más preciado de la
época: las posesiones de tierra e inmuebles de los nobles y de la Iglesia, por
estar éstas consuetudinariamente fuera del mercado.
Las condiciones
materiales de existencia de marginación del poder de la burguesía, darían
lugar a un proceso de autoconciencia en esta clase social de ser una
clase "en sí" a constituirse en una clase "para sí".
El pensamiento de la Ilustración iría forjando las bases teóricas
revolucionarias que irían dando forma a la autoconciencia para el cambio
político y social. La revolución e independencia de EEUU en 1776 y la
revolución francesa en 1789 darían el poder a las clases burguesas con el apoyo
mayoritario del pueblo, que vio en la abolición de la tiranía absolutista la
apertura hacía una nueva sociedad de dignidad y prosperidad.
Las revoluciones
liberales auspiciadas por las nuevas clases burguesas barrieron política y
económicamente al Antiguo Régimen. Con las desamortizaciones, las
propiedades de los nobles y de la iglesia pasaron a regirse por las leyes del mercado
y la propiedad privada se convirtió en el nuevo paradigma económico. La
libertad individual, el triunfo del más fuerte sobre el más débil era la nueva
norma de convivencia y la “Nación” sustituyó al “Reino” como
marco político.
Pero la mayoría
de la población que había creído en el mensaje de la libertad, la igualdad
y la fraternidad universal, vieron a posteriori como ese mensaje, de
nuevo, solamente beneficiaba a los grandes propietarios. La clase obrera
comenzó a organizarse para hacer valer sus reivindicaciones y, en consecuencia,
de ser una clase "en sí" comenzó a ser una clase "para
sí", y en oposición al pensamiento liberal, la autoconciencia
colectiva a favor de una alternativa socialista prendió en amplios sectores
desfavorecidos de obreros y campesinos.
Sin embargo, la autoconciencia
política obrera no llegó a ser en ninguna de las naciones industriales
predominante hasta el punto de cuestionar el poder de las nuevas clases
burguesas. El ideal de la construcción de la Nación como marco de unión
de los intereses de todas las clases sociales que conformaban el pueblo o
pueblos de la nación tuvo más fuerza, y las propias organizaciones
sindicales obreras se integraron en ese proyecto. En los comienzos del siglo
XX, el fervor patriótico en las nuevas naciones europeas era el predominante, y
la rivalidad entre potencias europeas alentada por las clases burguesas
instaladas en el poder sustituiría el ideal revolucionario de la lucha contra
la tiranía que había estado presente durante todo el siglo XIX.
Alemania, la
ultima potencia europea en constituirse como nación en el siglo XIX (1871),
aspiraba a ocupar un lugar predominante en el nuevo orden mundial imperial. Los
intelectuales de la patria de Hegel verían en el "nacionalismo imperial
alemán" la realización de la autoconciencia de ser "en si"
alemanes, al ser "para si" de Alemania como Nación. Sin
embargo, su tardía formación como nuevo imperio alemán le había hecho perder el
tren del reparto colonial mundial, y aspiraba como potencia europea a ocupar el
lugar que le correspondía en el concierto mundial en contra de Francia y Gran
Bretaña dominadores de la mayor parte de África y Asia. La preparación para
la guerra pasó a ser una prioridad de los imperios europeos, y la paz armada
de los primeros años del siglo XX desembocaría en la Primera Guerra Mundial
(1914-1918).
En la contienda
bélica el imperio zarista ruso tomó partido contra Alemania, pero un hecho sin
precedentes en la historia cambió el curso de la guerra en el frente Oriental:
la revolución bolchevique. Los estragos de la guerra en Rusia y la crisis
económica había creado un enorme descontento entre las masas de obreros,
soldados y campesinos, los comunistas rusos dirigidos por Lenin crearon grupos
organizados en estos sectores sociales (los soviet), en octubre de 1917, la
Duma rusa (parlamento) fue disuelta y todo el poder político pasó a los
representantes de los soviet, conformando una estructura piramidal de poder.
Los bolcheviques firmaron la paz con Alemania, y posteriormente la guerra
terminaría con la derrota de Alemania, siendo Francia y Gran Bretaña los
principales beneficiarios de la victoria sobre Alemania.
Al finalizar la
guerra, el nuevo poder surgido en Rusia pasaría a ser el principal enemigo a
abatir por las potencias liberales europeas. La revolución rusa fue obra de una
minoría organizada y, a diferencia de la revolución francesa, grandes masas de
población, principalmente de campesinos (Mujik), no participaban de la nueva
ideología revolucionaria. La consecuencia fue una guerra civil alentada por las
potencias europeas contra el poder de los soviet, que fue más devastadora para
Rusia que la guerra con Alemania.
Los bolcheviques
ganaron la guerra civil y a su término su poder pasó a consolidarse a través
del terror sobre el bando vencido, dando lugar a una nueva nación, la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), cuyo centro principal era Moscú. Los dirigentes
soviéticos pretendieron convertir a la URSS, en el ser "para sí"
del proletariado internacional, no obstante, como se demostraría a
posteriori en la Gran Guerra Patria contra los nazis, en la autoconciencia
del pueblo ruso el socialismo no fue el valor más importante del ser
"para sí" de la nación rusa, sino que lo fue la defensa de la patria,
el socialismo sucumbiría décadas más tarde en 1989 con la disolución de la URSS,
mientras que la autoconciencia patriótica forjada principalmente con el
enorme sacrificio del pueblo soviético que derrotó al nazismo, perduraría y
daría un nuevo sentido a la Rusia actual.
En 1919, después
de la Primera Guerra Mundial, dos viejos imperios, el Austro-húngaro y el
Otomano desaparecieron del escenario político. En el tratado de Versalles los
vencedores impusieron a Alemania sus condiciones políticas económicas,
fronterizas y militares. La postración de Alemania no quedó olvidada en las
élites dirigentes de la nación, su incorporación al club de las democracias
liberales con la república de Weimar (1919) solo duró hasta 1933 en el que los
nazis llegaron al poder.
La crisis
económica de 1929 había dejado millones de personas desempleadas en Alemania, y
un nuevo clamor de cambio político y social comenzó a inundar la sociedad, el
partido nazi, en principio minoritario, fue quien mejor se hizo eco de las dos
cuestiones que más preocupaban a la sociedad alemana: 1. la recuperación del
orgullo nacional, y 2. la creación de puestos de trabajo. "Nacional -
Socialismo", era el lema de los nazis, Nacional, para acabar con la
humillación del tratado de Versalles, y Socialismo por el que el Estado
asumía la gestión de los sectores claves de la economía. Tras su llegada al
poder en 1933, los nazis comenzaron a gobernar por decreto, desarrollaron un
poderoso ejército y se aprestaron para la guerra. Alemania parecía vivir, de
nuevo, una emergente autoconciencia del espíritu nacional del ser "para
sí".
En ese periodo, la
rivalidad entre los imperios europeos volvió a ser el elemento central de la política,
a la vez que cada uno de ellos seguía ejerciendo un poder absoluto sobre sus
respectivas colonias en África y Asia. Sin embargo, entre las élites dirigentes
de las colonias, principalmente en la India y el Oriente Medio, la tiranía del
dominio colonial comenzó a percibirse como tal y la lucha contra la opresión
colonial dio lugar a movimientos políticos. Había comenzado un proceso en la
autoconciencia del ser "para sí" que les llevaría a reclamar
la transformación de los territorios coloniales en naciones soberanas.
La Segunda
Guerra Mundial iniciada formalmente en 1939 duraría hasta 1945. Alemania sería
de nuevo derrotada y el sueño imperial alemán quedaría históricamente
sepultado. Tras la Segunda Guerra Mundial las potencias europeas dejaron de ser
el centro político mundial, y el mismo fue ocupado por las dos
principales vencedores de la guerra: EEUU y la URSS, quienes mantuvieron una
guerra fría hasta la disolución de la URSS en 1989.
Los cambios geopolíticos ocasionados por la Segunda Guerra Mundial dejaron en los
antiguos imperios europeos un vacío de poder en sus colonias, que favoreció al
desarrollo de los movimientos de liberación colonial. Al igual que había
sucedido en 1776 con la emancipación de EEUU de Gran Bretaña, y en el siglo XIX
de los territorios españoles en América, durante la segunda mitad del siglo XX,
en los territorios coloniales en África y Asia se desató una lucha contra la
tiranía de las metrópolis coloniales para constituirse en naciones soberanas.
La batalla de
Argel (1962) en el norte de África, marcaría el destino de la emancipación de
las naciones norteafricanas del imperio francés; la derrota también de Francia
en Indochina en 1954 en la batalla de Dien Bien Phu, y la derrota del ejército
estadounidense en la guerra de Vietnam (1965-1975), supuso el final del
colonialismo en el Sur de Asia; la batalla de Cuito Cuanavale en 1987 en Angola
sería determinante para poner fin al régimen supremacista blanco en Sudáfrica y
la liberación colonial de las naciones en el África Austral.
Esta luchas
pusieron de manifiesto el cambio experimentado en la autoconciencia política de los
pueblos en su voluntad y determinación de resistir a ser dominados por
potencias extranjeras; mientras que, por ejemplo, en el siglo XIX el imperio francés
consiguió someter con escaso esfuerzo militar a los pueblos de Indochina, en
los años sesenta-setenta del siglo XX la agresión estadounidense contra Vietnam,
Laos y Camboya, en la que el número de bombardeos superó a los de la Segunda
Guerra Mundial, no pudieron doblegar la voluntad de sus pueblos de constituirse
en naciones soberanas.
Al finalizar el
siglo XX, los procesos de descolonización estaban prácticamente finalizados y
formadas la mayoría de naciones que constituyen el mosaico internacional del
Tercer Mundo en Asia, África y Oceanía. Sin embargo, la dependencia económica
de los países desarrollados, fruto de dos siglos de atraso científico-técnico
respecto de los países industrializados, les mantuvo sometidos en las
relaciones económicas a las antiguas metrópolis coloniales.
El desarrollo de
la autoconciencia del ser "para sí" como naciones
soberanas y prosperas no podía materializarse económicamente, por otra parte,
las élites políticas y sociales que habían liderado los procesos de
independencia, en muchos casos, preferían mantener sus beneficios particulares,
dando lugar a oligarquías subordinadas a los dictados de los países
desarrollados, principalmente de EEUU, único imperio global en pie tras el
final de la Guerra Fría, conformando un nuevo régimen de relaciones
poscolonial: el neocolonialismo.
El neocolonialismo
se fundamenta en la subordinación política y económica de las naciones al centro
imperial estadounidense, basada en: 1. la coincidencia de intereses entre
oligarquías de países en desarrollo y de los países desarrollados, y 2. la
eliminación por medio de golpes de Estado, guerras o sanciones económicas de los
gobernantes que no aceptan la tutela estadounidense.
El neocolonialismo
es un nueva forma de Tiranía global que solo
puede ser combatida desde la defensa de la dignidad de la soberanía como
naciones, con el propio progreso científico-técnico de las naciones en
desarrollo, y la colaboración internacional de todas las naciones que apuestan
por una relación entre iguales, sin ningún tipo de tiranía ni subordinación a
un centro político rector.
Desde el final
de la Segunda Guerra Mundial, el sufrimiento ocasionado a la humanidad por las
guerras ha sido principalmente por las desatadas por EEUU contra otros países
vulnerando la legalidad internacional que nace de la Carta fundacional de la
ONU. La guerra de Vietnam en el siglo pasado, las intervenciones militares en
Irak, Siria y Libia en el presente siglo, son ejemplos de ello. Por otra parte,
EEUU ha sido el patrocinador principal de los golpes de Estado, injerencias e
invasiones en las naciones de América Latina.
En 1776 EEUU se
rebeló contra la tiranía de Gran Bretaña, y en la actualidad EEUU al pretender
someter a otras naciones a sus dictados ejerce el mismo tipo de tiranía sobre
las naciones que no aceptan su tutela. Sin embargo, el ser "para sí",
de las naciones sigue siendo el ser naciones libres sin intromisiones externas,
y el enemigo declarado de esa libertad en el siglo XXI porque atenta contra su
dominio neocolonial global, ha pasado a ser EEUU, y la resistencia de estas
naciones a las presiones de EEUU, como son los casos de Venezuela y Cuba en
América Latina, Irán y Siria en el Oriente Medio forma parte de la lucha global
contra la tiranía en las relaciones internacionales.
La esperanza de la
formación de una nueva autoconciencia colectiva global, que tenga como
sujeto central del ser "para sí" a toda la humanidad, ya no puede
estar en las naciones que desde su preponderancia económica y militar ejercen
la tiranía neocolonial, sino en aquellas naciones y grupos sociales que apuestan
por unas relaciones internacionales basadas en el respeto entre naciones, la
colaboración económica mundial y la armonía con el medio ambiente.