NOTICIA. El 05/09/2017, en la ciudad de Xiamen, China, concluyó la IX
Cumbre de los países BRICS
Comentario
El rumbo de los BRICS
En todo recorrido el destino
final marca el rumbo principal, y el ritmo de la marcha determina el grado de
avance hacia el destino.
Los
BRICS, desde su constitución como reunión de las principales economías
emergentes: Brasil en Latinoamérica; Rusia, India y China en el espacio
euroasiático, y Sudáfrica en África, han ido transformándose de ser un foro de
encuentro de estas naciones a la formación de un bloque con importantes conexiones
político económicas.
El
acrónimo BRIC fue utilizado por primera vez en el año 2003 por el Grupo Godman
Sachs para definir a las cuatro potencias económicas emergentes: Brasil, Rusia,
India, China. En el año 2009, los máximos representantes políticos de las
naciones BRIC se reunieron por primera vez en Yekateronburg, Rusia, y desde entonces
se han venido reuniendo en un encuentro anual: en el 2010 en Brasilia, Brasil; en
2011 en Sanya, China, en la cual se incorpora Sudáfrica, pasando a denominarse
BRICS; 2012 en Nueva Delhi, India; 2013 en Durban, Sudáfrica; 2014 en
Fortaleza, Brasil; 2015 en Ufa, Rusia; 2016 en Goa, India, y la última recién
concluida en Xiamen China.
En todas
la cumbres se irían estableciendo mecanismos de cooperación que tendría su
resultado más notable en el año 2014 en la cumbre de Fortaleza en Brasil, en la
que se acuerda el establecimiento de un Banco de Desarrollo con un
desembolso inicial de 50.000 millones de dólares, de los que cada país aporta
una quinta parte, y de un fondo de reserva dotado con 100.000 millones, de los
que China aporta 41.000 millones; Rusia, Brasil e India 18.000 millones cada
uno y Sudáfrica los 5.000 millones restantes, estando la entidad destinada a la
financiación de proyectos de infraestructura de los países fundadores, pero
también para ofrecer capital a otros países en vías de desarrollo.
Los BRICS
agrupan al 44% de la población mundial, el 23% del PIB mundial y han contribuido
a más de la mitad del crecimiento mundial en la última década, principalmente
por los buenos resultados de la India y China, convirtiéndose en el principal
motor de la economía mundial. Según un informe de Alibaba, uno de las
mayores empresas de comercio electrónico de China, los BRICS sumaron el año
2016 1.460 millones de internautas y 720 millones de compradores en línea. Las
ventas minoristas sobrepasaron los 876.000 millones de dólares, que representan
el 47% del total global, cifra que se espera escale al 59% para el año 2022,
dado el gran potencial que tienen estos cinco países en la cooperación
relacionada con el comercio electrónico.
Sin
embargo, la marcha de la economía global y particular de cada nación sigue
dependiendo de dos proyectos globales que rigen el mundo, el más fuerte basado
en la hegemonía y la excepcionalidad de las naciones que componen el G7
lideradas por EEUU para regir los asuntos económicos y financieros internacionales,
y en la actualidad otro proyecto iniciado con el grupo BRICS, que
progresivamente se abre paso basado en la colaboración política y económica de
las potencias emergentes y de los países en desarrollo bajo las premisas de
igualdad en las relaciones internacionales, no injerencia en los asuntos
internos del otro, beneficio mutuo y desarrollo económico compartido.
Esta
dualidad de proyectos, inexistente hace una década, por la preponderancia
global de G7 y por la escasa articulación de las principales economías
emergentes, en la actualidad se perfilan nítidamente. La crisis financiera del
2008 que ha ralentizado el crecimiento de las economías desarrolladas, y el auge
principalmente de China en los últimos años en medio de un escenario mundial de
bajo crecimiento económico, han permitido crear las condiciones para la progresiva
consolidación del grupo BRICS.
La cumbre de Xiamen se ha
celebrado con la voluntad de dar impulso a esta corriente global de naciones
con la apertura hacia un BRICS plus con la participación de nuevas
naciones. Un avance en esa dirección ha sido la reunión el 05/09/2017 en el marco de la cumbre de los BRICS, de los líderes de Egipto,
México, Tayikistán, Guinea y Tailandia, sobre Mercados Emergentes y Países
en Desarrollo, y el encuentro de más de 1.200 empresarios representantes de
600 empresas con proyección internacional.
La
formación de una corriente económica y política bajo los postulados de los
BRICS, es un proyecto civilizatorio nuevo en la historia de la humanidad desde
que se iniciara en el siglo XVI el comercio marítimo de ultramar a escala global
por las potencias europeas. Desde entonces y hasta la Segunda Guerra Mundial las
relaciones internacionales estuvieron motivadas por la pugna de estas potencias
por la hegemonía global y la colonización de territorios de ultramar.
España,
Gran Bretaña, Francia, y Portugal, se disputarían el dominio del comercio y el
sometimiento de territorios y poblaciones a escala global. España dominaría la
actual América de habla hispana y Filipinas; Portugal tendría bajo su
administración a Brasil y territorios en África y Asia; Gran Bretaña y Francia
incorporarían grandes territorios en Asia y América del Norte.
Las
rivalidades imperiales en suelo europeo por el control del centro del
sistema mundial tendría su primera gran confrontación en los primeros
quince años del siglo XIX con el proyecto imperial francés de Napoleón de
dominar Europa. La invasión napoleónica de España dejaría sin regencia sus
dominios en América Latina lo que impulsaría la posterior independencia de
estos territorios inspirada en la independencia de EEUU de Gran Bretaña (1776),
y supondría el fin del imperio español de más de tres siglos. La derrota
definitiva en 1815 de Napoleón, dejaría a Gran Bretaña como el dominador casi
absoluto del comercio marítimo global, ello unido a su liderazgo en la primera
revolución industrial le convertiría en el imperio más poderoso durante los
siguientes cien años.
El
dominio colonial, con la excepción de los nuevos países americanos que quedaron
bajo la tutela de EEUU, se extendería por Asia y África. Las naciones europeas
se repartirían durante el siglo XIX el mundo, siendo Gran Bretaña y Francia
quienes ocuparían más territorios. Sin embargo, la lucha entre las potencias
europeas en suelo europeo por dominarse unas a otras continuó, pues el cambio
de poder en Europa suponía que el dominio colonial cambiase de facto de dueño.
Esta
lucha se acrecentó con el surgimiento de Alemania en la segunda mitad del siglo
XIX como una nueva potencia europea, pero que disponía de muy pocos territorios
bajo dominio colonial limitados a algunas regiones del África austral. La
Primera Guerra Mundial (1914-1918) supondría la mayor confrontación de los
diferentes imperios europeos por el control absoluto del centro económico
y administrativo mundial, en la que Alemania saldría derrotada. No
obstante, el resurgimiento imperial de Alemania bajo el poder de los nazis, le
llevaría a pretender de nuevo el dominio absoluto de Europa apostando por la
derrota militar de Francia, Gran Bretaña y la URSS.
La
derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) cambiaría el
mundo. Las dos potencias victoriosas: EEUU y la URSS, establecerían un nuevo
orden mundial en el que los viejos imperios coloniales europeos francés y
británico quedaron relegados. Y, al igual que sucediera con el colapso del
imperio español tras el vacío de poder en los territorios americanos por la
invasión napoleónica de España, el eclipse imperial de Gran Bretaña y Francia
después de la Segunda Guerra Mundial crearía un vacío de poder en las colonias
bajo su dominio que favorecería el proceso descolonizador a lo largo de la
segunda mitad del siglo XX y daría lugar al conjunto de naciones actuales.
Con el
nuevo orden mundial desapareció el modelo imperial colonial, pero éste sería
reemplazado por un modelo neocolonial con dos centros globales: EEUU y la URSS.
El dominio neocolonial, a diferencia del colonial, no mantiene una
administración directa en los territorios ocupados, sino que se ejerce bajo la
tutela de las potencias centrales en beneficio del país dominante. La URSS lo
haría con los países del este de Europa y EEUU con los países latinoamericanos.
Los intentos de algunos países por romper con sus respectivas metrópolis,
llevaría a someterlos más férreamente, como lo hizo la URSS en la revuelta de
Checoslovaquia en 1968, y EEUU con el apoyo a cruentos golpes militares en América
Latina, como en Chile en 1973.
Tras la
desaparición de la URSS en 1991, EEUU tendría el camino expedito para
afianzarse como única potencia global. En la última década del siglo XX EEUU vio
la oportunidad de someter a su tutela a los países de la antigua URSS. La
desconfianza de la población de los países del este de Europa hacia Moscú
fraguada durante toda la Guerra Fría le ha ido permitiendo incluir a estos
países bajo su patrocinio, pero en el caso de Rusia la cuestión ha sido
diferente. Los últimos años del siglo XX fueron para Rusia devastadores, el
crack económico vino acompañado de riesgos reales de desmembración del país por
élites de antiguos funcionarios enriquecidas bajo la URSS que aspiraban a crear
sus propias repúblicas, para perpetuarse en el poder.
Esta
situación comenzaría a cambiar en la primera década del siglo XXI. La unión de
las clases populares y de la clase empresarial patriótica en torno a Rusia
Unida y su carismático líder Vladímir Putin, le ha permitido a Rusia
recuperar su plena soberanía y erigirse de nuevo como una potencia mundial. La
recuperación de Rusia tras la postración en la que quedó después de la
disolución de la URSS, ha sido la mayor derrota política geoestratégica que ha
tenido EEUU en el presente siglo tras haber tenido casi todo el poder mundial
en sus manos a finales del siglo XX, una cuestión que EEUU no termina de asumir
habiendo convertido a Rusia en su principal adversario global.
Los hechos
históricos han demostrado que en la estrategia de la dominación global la
fortaleza de los dominadores es relativa a la debilidad de los dominados. La
colonización durante más de 400 años por parte de las potencias europeas fue
debido no solo a que tenían armas más sofisticadas que los pueblos a los que
sometían, sino principalmente porque los mismos carecían de la fortaleza
ideológica y política para constituirse en pueblos y naciones fuertes. La
facilidad con la que España, Francia o Gran Bretaña sometieron a continentes
enteros contrasta con la imposibilidad de mantener sus imperios cuando los
pueblos se dotaron de la ideología y determinación política para constituirse
en pueblos y naciones libres. La fuerza política de la descolonización hizo
fuertes a los débiles, y con ello los fuertes perdieron gran parte de su poder.
En el
periodo neocolonial del último medio siglo, la fortaleza de la corriente
hegemónica del G7 se ha venido basando no solamente en su preponderancia
económica y financiera, sino en la debilidad económica de las naciones
sometidas al neocolonialismo, el cual, el G7 ha perpetuado para dejarlas
ancladas económicamente como meros suministradores de materias primas y mano de
obra barata.
Los
proyectos para ofrecer una alternativa al neocolonialismo por parte de
organizaciones internacionales como el Movimiento de los países no Alineados
han tenido poca relevancia por su escaso peso e interconexión económica, pero
el proyecto liderado por los BRICS tiene una sólida base económica pues concentra
el 23% del PIB mundial, en comparación con el 12% en el año 2007, y han
contribuido a más del 50% del crecimiento mundial desde esa fecha, cuestión que
se ira acrecentando con el paso del tiempo, y en ese recorrido los débiles, van
ganando en fortaleza.
La
proyección de futuro de los BRICS solo puede ser el de su propio crecimiento
económico y el de contribuir a la prosperidad de todos los países en desarrollo.
En la medida que se avance en ese camino, la corriente hegemónica que ha
afianzado su poder sobre la debilidad de los países en desarrollo perderá poder
y vigencia, y el cambio en la composición del PIB global determinará a su vez
un cambio en la arquitectura financiera y monetaria mundial actualmente bajo el
control casi exclusivo del G7, lo que supondría, llegado ese momento, el
declive irreversible de la corriente hegemónica.
Tras la
cumbre de Xiamen la aspiración de las potencias emergentes y de los países en
desarrollo para una prosperidad compartida ha cobrado un nuevo impulso. Al
igual que sucedió con la descolonización ha comenzado un proceso imparable de
cambio civilizatorio, esta vez hacia una relación equitativa entre naciones, de
la que los BRICS tendrán que ser un buen ejemplo y precedente para que tal
alternativa al modelo hegemónico, prospere.