Agosto 2016



29/08/2016

NOTICIA. El 4 y 5 de septiembre tendrá lugar en Hangzhou (China), la Cumbre del G20

Comentario

La cumbre del G20 y las contradicciones del crecimiento económico mundial

La cumbre del G20 en Hangzhou, está siendo activamente preparada por China para que constituya un punto de partida nuevo en el impulso al crecimiento económico mundial.
El enfoque de la cumbre se orientará a la reforma estructural del vigente modelo económico basado casi exclusivamente en el estímulo financiero y las políticas monetarias flexibles, por otro modelo económico que persiga un crecimiento económico mundial robusto y sostenido, basado principalmente en: 1. el desarrollo de la economía verde; 2. la reactivación de la inversión en infraestructuras para lograr una mayor conectividad entre los espacios geoeconómicos, y 3. el estímulo a la innovación y al desarrollo de la nueva revolución industrial marcada por la robotización y la digitalización de la industria y los servicios, mediante políticas activas de gobiernos y emprendedores, sustentadas en un consenso internacional sobre el desarrollo, en el que deberán participar activamente los países en desarrollo.
China con este enfoque pretende aportar su experiencia en el cambio interno del modelo económico en la que está comprometida basado fundamentalmente en las premisas anteriores propuestas para el G20 (1). Sin embargo, hasta ahora, desde la crisis financiera del 2008, el G20 que desplazó al G7 para promover la reactivación económica global y una mejor gobernanza económica mundial, no ha conseguido avances de relevancia en este propósito.
La cumbre del G20 de Hangzhou, se celebra en medio de una frágil recuperación de la economía mundial y después de haber aplicado las economías desarrolladas todas las recetas económicas conocidas basadas en las políticas monetarias más agresivas y las políticas fiscales más flexibles. El G20, que funcionó al principio como un club de las principales economías del mundo, se ha convertido en la plataforma primaria mundial de coordinación de políticas económicas, la continuidad de este foro en una economía mundial fuertemente interconexionada resulta muy necesaria, pero sin éxitos que lo sustenten puede terminar por entrar en declive. La esperanza de esta cumbre es que se cambie la tendencia anterior y suponga un cambio de paradigma económico apostando por un nuevo enfoque económico en el objetivo de situar a la economía mundial en la senda del crecimiento (2).
Las contradicciones de los principales actores económicos que sustentan el G20 son profundas, principalmente las marcadas por los diferentes enfoques del modelo económico mundial que debe prevalecer. El vigente modelo económico mundial tuvo su origen tras la Segunda Guerra Mundial en los Acuerdos de Bretton Woods (1944), donde los países industriales otorgaron a EEUU, entonces única potencia industrial que no había sufrido en suelo propio la devastación de la guerra, el liderazgo de la economía mundial. En estos acuerdos se impuso el denominado modelo económico Keynesiano, el cual surgió como respuesta al fracaso del modelo liberal que conllevó a la crisis de 1929 y al posterior modelo proteccionista de los gobiernos fascistas. El modelo Keynesiano resultó una mezcla entre liberalismo y proteccionismo en el que la fuerzas económicas del mercado tenían una contraparte importante en el Papel del Estado. La crisis de 1973 pondría fin a este modelo y volvería con inusitado vigor un nuevo liberalismo económico o Neoliberalismo que se encargó de relegar al Estado de sus principales funciones económicas, y tuvo su mayor significación en la privatización del grueso de las finanzas estatales. La liberalización financiera pronto cobró importancia no solamente dentro de las naciones industrializadas sino que se internacionalizó, de tal manera que los dueños del capital operaban libremente a nivel mundial debido a una desregulación financiera internacional que continúa a día de hoy, siendo los paraísos fiscales el exponente máximo de esta desregulación.
La base principal del crecimiento económico de este modelo económico mundial se ha venido sustentando en la demanda efectiva de los países desarrollados quienes con menos de un tercio de la población mundial han venido acaparando durante décadas mas de dos tercios de su PIB. La crisis financiera del 2008 ha supuesto la mayor convulsión sufrida del orden económico mundial establecido en Bretton Woods, con su variante Keynesiana y Neoliberal. La razón principal ha sido la crisis del modelo liberal global que ya había tenido desde su instauración en el siglo XIX dos crisis importantes, en 1873 y 1929. Las crisis liberales profundas se han producido cuando el acaparamiento de capital sin regulación le induce a sus dueños a priorizar la obtención de beneficios a través de la especulación en lugar de la producción. La crisis del 2008, se produjo por el éxito que supuso alcanzar el cenit del paradigma neoliberal global de todo el periodo neoliberal de 1973 al 2008: conseguir la mayor concentración de capital con la menor regulación estatal.
La desregulación financiera internacional ha sido la característica singular del modelo de acumulación del periodo (1973-2008) sin que los Estados dominados por las convicciones neoliberales hayan hecho lo suficiente para impedirlo, con ello, a diferencia de las crisis de 1873 y 1929 que fueron contrarrestadas con medidas estatales, el liberalismo alcanzó su mayor auge económico. Actualmente, la enorme masa de capital global no la mueven los gobiernos sino instituciones financieras opacas, que siguen orientadas a la especulación, entre ellas la financiación de las deudas soberanas que lastran las economías nacionales con el servicio de la deuda anual cuyo pago a estas instituciones precisa de una carga fiscal adicional sobre las clases medias que limita la demanda efectiva. El dinero desregulado con la especulación genera beneficios a estas instituciones pero, a la vez, impide que se den las condiciones para la inversión productiva debido a la debilidad de la demanda del consumo que la carga fiscal impone, constituyéndose desde el punto de vista del crecimiento económico en un dinero improductivo.
En origen, el propósito del G20 fue desenredar este nudo gordiano introduciendo una regulación financiera internacional, no solo para controlar el mercado de capitales sino, lo más importante, para habilitar los mecanismos legales que hubiesen permitido expropiar vía fiscal parte del capital oculto para utilizarlo en aliviar de cargas fiscales a las clases medias y promover a su vez una demanda efectiva agregada dentro de las economías nacionales. Pero nada de ello ha sido posible y las economías desarrolladas se encuentran en una vía muerta de lento crecimiento. La esperanza de que las economías emergentes sustituirían a la locomotora económica global que durante décadas han constituido las economías del G7, en la actualidad, se ve mermada porque los países emergentes se han desarrollado en dependencia de la demanda efectiva de los países ricos, en unos casos por ser suministradores de materias primas como Rusia y Brasil y, en otros, como China e India por ser contribuyentes de mano de obra barata, por lo que la debilidad de las economías desarrolladas lastra también a las emergentes.
El nudo gordiano no parece pues que se pueda desenredar y precisa ser cortado con la introducción de un nuevo paradigma económico global. Ésta parece ser la apuesta de China en el G20 con la introducción del concepto de un nuevo modelo de desarrollo global, en el que los países en desarrollo, ante la incapacidad de los países desarrollados para continuar liderando el crecimiento mundial, promuevan, como lo está haciendo China internamente, un cambio de modelo económico para activar su industrialización. Como ejemplo estaría la agenda de industrialización aprobada por África-China el 05/12/2015, en la II cumbre del Foro de Cooperación África-China (FOCAC), en Johannesburgo (Sudáfrica) que agrupa a China y 50 países africanos, en la que China se comprometió a invertir 60.000 millones de dólares principalmente en infraestructuras.
Sin embargo, los países industrializados a pesar de estar en una situación económica de lento crecimiento no van a renunciar a seguir siendo los rectores de la economía mundo. La contradicción que se les presenta a las potencias industriales representadas en el G7 es que precisan de un crecimiento económico global del cual beneficiarse, pero si este crecimiento supone que las principales naciones en desarrollo les superen en PIB éstas pueden terminar relegándoles de su predomino económico mundial centenario.
Esta cuestión, le está llevando particularmente a EEUU a una cierta confusión en las relaciones económicas con otras naciones, principalmente con China. Sus dos proyectos, el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) y el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), están orientados a crear un ámbito económico propio como contrapeso a los BRICS, pero estos espacios que EEUU piensa crear, aunque acaparan la mayor parte del PIB mundial, no tienen el potencial de crecimiento que tienen los proyectos de conectividad euroasiática de los que el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII) es su mayor exponente, y del que EEUU y Japón se han autoexcluido; por otra parte, la política económica de EEUU con relación a los países en desarrollo ha estado tradicionalmente orientada a mantenerlos como meros suministradores de materias primas apoyándose en la perpetuación de oligarquías que centenariamente no se han preocupado por el desarrollo de sus países, como sucede en casi todos los países de Latinoamérica. La hegemonía económica global estadounidense también le ha permitido la implementación de políticas económicas destructivas como forma de intentar arruinar a naciones a través de bloqueos y sanciones, como son ahora los casos más significativos de Rusia e Irán, y en otros casos con la guerra como ha sucedido tras sus intervenciones militares en Afganistán, Irak y Libia.
El concepto de un desarrollo económico mundial en una relación de ganar todos, por el que apuestan las potencias emergentes, no termina de convencer a EEUU, pues bajo ese principio en un recorrido histórico de unas pocas décadas teme ser relegada de su preponderancia económica mundial. El concepto de un mundo pobre y otro rico que le ha otorgado el dominio económico global desde los Acuerdos de Bretton Woods sigue seduciendo a los poderes económicos estadounidenses pues tal concepto es el que le asegura la perpetuación de su hegemonía económica; sin embargo, ello necesariamente debería llevar a tener que recomponer el modelo económico global del periodo (1973-2008) en el que el G7 debería ser el que seguiría liderando el crecimiento mundial por elevación del consumo de sus propias sociedades, pero desde la crisis del 2008 y las consecuencias derivadas de la misma de concentración y desregulación internacional del capital y el aumento de las deudas soberanas, no lo hacen posible. Inevitablemente, se ha entrado en una etapa histórica en la que el crecimiento económico mundial, en el grado suficiente para asegurar la rentabilidad de las empresas (3), solo es posible sumando al consumo de las sociedades desarrolladas el consumo de las sociedades en desarrollo, incorporando para ello a la demanda económica efectiva, a los miles de millones de habitantes que las componen, y ello, precisa de un nuevo modelo de desarrollo de las características propuestas por China a la cumbre del G20.
El cambio del modelo económico mundial no se producirá como si de un nuevo Bretton Woods se tratara, sino que será fruto de la confrontación prolongada de dos modelos de desarrollo económico mundial, el que pretende seguir basándose en el desarrollo del subdesarrollo para asegurar el dominio económico global de las potencias industriales neoliberales, y el que apuesta por la integración económica mundial de todos los países del mundo sin excepción basado en: 1. la cultura de la colaboración en una relación de ganar todos frente al modelo de exclusividad de unas pocas naciones; 2. la implementación de grandes proyectos de infraestructuras en los países en desarrollo frente a quienes quieren anclarlos como meros suministradores de materias primas, y 3. la promoción de la innovación en todos los ámbitos de la ciencia y la tecnología con la transferencia del conocimiento civil entre todas las naciones frente a quienes pretenden mantener en el subdesarrollo tecnológico a las naciones que históricamente se han incorporado más tarde al área del conocimiento.
En la implementación de este modelo de desarrollo económico mundial, la colaboración de las naciones en desarrollo y de las potencias emergentes constituirá la principal política  transformadora.

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NOTAS:
(1) La naciones que constituyen el G20 representan el 85% de la economía mundial, el 75% del comercio global y acogen a dos tercios de la población mundial.

(2) El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que el PIB mundial se incrementará un 3,1%, a este porcentaje China contribuirá con 1,2 puntos; India con 0,6 puntos; el G7 con 0,8 puntos de los que 0,3 puntos corresponderán a EEUU; el resto de la economía global contribuirá con 0,5 puntos.

 (3) Para asegurar la rentabilidad del conjunto empresaria global, la economía mundial debe crecer por encima de las optimizaciones productivas para abaratar costes que obliga al empresario en el mercado competencial a tener que vender más productos para asegurar el mismo volumen de ingresos.
Si la mejora de la productividad global anual se sitúa en un 3% el crecimiento mundial debería crecer por encima de ese porcentaje para asegurar que la expansión de la economía permita aumentar el empleo.


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09/08/2016

NOTICIA. El 09/08/2016, los presidentes de Rusia y Turquía, Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan, se reunieron en San Petersburgo.

Comentario

Turquía entre Oriente y Occidente

Los presidentes de Rusia y Turquía, al término de su reunión en San Petersburgo, realizaron una rueda de prensa para transmitir las primeras impresiones tras su encuentro. En sus declaraciones ante la prensa los presidentes ruso y turco manifestaron su propósito de restablecer plenamente las relaciones entre ambos países. En palabras de Putin, “el hecho que la visita del presidente turco, se haya realizado a pesar de la complicada situación política interna de Turquía, evidencia un deseo firme de retomar el diálogo y restablecer las relaciones en particular en lo que respecta al restablecimiento de los vínculos económicos y la cooperación en la lucha contra el terrorismo", por su parte, el mandatario turco manifestó, “su confianza en que la cooperación con Rusia favorezca la resolución de muchos problemas en la región del Próximo Oriente”.
La importancia de la visita y de los temas a tratar quedó reflejada en la selecta delegación que acompaño al presidente turco compuesta por: el vicepresidente del Gobierno Mehmet Simsek; el ministro de Exteriores Mevlut Cavusoglu; el titular de Economía Nihat Zeybekci; el de Turismo y Cultura Nabi Avci; el de Alimentos, Agricultura y Ganadería Faruk Celik; el de Energía Berat Albayrak; un alto cargo del gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) Mehdi Eker, y el jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (MIT), Hakan Fidan.
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La  cumbre de San Petersburgo anuncia un tiempo nuevo de mayor colaboración entre Rusia y Turquía.  La visita de Erdogan a Rusia se celebra tres semanas después del fallido Golpe de Estado del 15/07/2015, siendo el primer viaje al extranjero del mandatario turco después de la intentona golpista que ha enfriado las relaciones de Turquía con sus socios de la OTAN.
El deseo de reconciliación de Turquía con Rusia ya lo había manifestado el gobierno turco en el pasado mes de junio con las disculpas del presidente turco al presidente ruso por el derribo el 24/11/2015 del cazabombardero ruso Su-24 por un avión turco, y que llevó a Moscú a congelar las relaciones con Turquía. Con ese gesto de reconciliación hacia Rusia, exigido por Moscú como condición imprescindible para reanudar las relaciones diplomáticas, Turquía mostró su determinación de tomar decisiones independientes de los dictados de Occidente, lo cual fue duramente criticado por los países socios de la OTAN unos días antes de la intentona golpista.
El golpe militar fue abortado rápidamente por las protestas de los partidarios de Erdogan en las calles de las principales ciudades de Turquía en las que murieron más de 200 manifestantes a manos de los golpistas. Tras el fracasado golpe,  la reacción del gobierno turco ha sido contundente, instituyó el Estado de Emergencia por tres meses en toda Turquía, fueron apartados de sus puestos miles de militares y funcionarios y muchos de ellos se enfrentan a cargos de sedición. La respuesta dada por el gobierno turco ha sido ampliamente criticada por los países de la OTAN, considerándola desproporcionada, pero el gobierno turco ha hecho caso omiso, justificando sus medidas por la necesidad de desmontar el supuesto Estado paralelo que los seguidores del clérigo turco Fetullah Gulen, refugiado en EEUU, han ido formando durante años y, con ello, evitar posibles nuevas intentonas golpistas.
Las reacciones al fallido golpe sobre los posibles inductores, han sido diferentes, mientras que para el gobierno turco el inductor principal ha sido el clérigo Fetullah Gulen apoyado por EEUU, los países de la OTAN se han mostrado indignados por tales afirmaciones, sin embargo, los anuncios de inocencia de los países occidentales no parece que hayan convencido al gobierno turco ni a la mayoría de la sociedad que es en definitiva la opinión que cuenta y determina la acción política de los dirigentes turcos.
El presidente turco, no ha ocultado su satisfacción por la condena inmediata de Rusia al golpe, y ha reprochado a los socios de la OTAN la falta de apoyo inmediato tras la intentona golpista y a las acciones represivas y preventivas tomadas por el gobierno turco a posteriori.
De esta controversia entre el presidente turco y los mandatarios occidentales lo que si parece evidente es que el carácter independiente de Erdogan se está convirtiendo en un problema y ha dejado de ser un político de confianza para los actuales dirigentes de la OTAN, lo cual le pone al presidente turco en el disparadero de ser una victima de la intrigas occidentales cuando la ocasión lo permita. Una situación que ya ha sucedido en el pasado con otros dirigentes que, por rebelarse a la tutela estadounidense, pasaron de ser aliados a enemigos de EEUU.
El presidente Erdogan, hasta la intentona golpista creyó que la importancia de Turquía y el acuerdo alcanzado con la UE sobre la política de refugiados le convertía en un socio imprescindible lo que le permitía tomar decisiones independientes como la de retomar sus relaciones con Rusia, pero la intentona golpista ha puesto de relieve que, si bien es una realidad incuestionable la importancia de Turquía para la OTAN, no tienen porque serlo los actuales dirigentes turcos, aunque, tras el fallido golpe, convertido Erdogan en el hombre fuerte de Turquía, la UE y EEUU van a tener que gestionar las relaciones con Turquía desde la desconfianza recíproca.
El giro iniciado por Turquía hacia un restablecimiento de las relaciones con Rusia es una necesidad histórica para no quedar aislada geopolíticamente en un terreno de nadie. El proyecto de integración europea con el que los dirigentes de la UE pretenden seducir a Turquía se ha convertido en un espejismo, no solo por el recelo de algunos gobiernos europeos sino porque la creciente sensibilidad xenófoba de la sociedad europea por el problema de los refugiados, haría imposible la admisión de una masiva llegada de ciudadanos turcos a la UE, lo cual fue unos de los argumentos utilizados por los partidarios del Brexit, y de hecho, todavía la UE no ha implementado el acuerdo que tenía que haber entrado en vigor en junio del presente año para la supresión del visado a ciudadanos turcos que quieran viajar a la UE.
La política seguida hasta ahora por Turquía con relación a Siria e Irak de considerarlas como naciones que debían ser tuteladas por el gobierno de Ankara, en la anacrónica pretensión de restaurar parte del antiguo imperio Otomano, ha quedado finiquitada con la intervención rusa en el conflicto sirio. El cambio de tendencia en todos los frentes en Siria es una realidad. El Ejército Árabe Sirio ha pasado de estar a la defensiva ante los grupos armados instrumentalizados por Arabia Saudita, Israel y los países de la OTAN de los que Turquía ha sido quien más apoyo logístico les ha prestado, a situarse a la ofensiva. Y en la actualidad, la posible victoria del gobierno sirio en la batalla de Alepo va a constituir un punto de inflexión crucial en toda la política del Oriente Medio. Con la misma, la alianza de Irán, Irak, Rusia y Siria se verá fortalecida y las posiciones belicosas de Israel, Arabia Saudita y EEUU principales patrocinadores de los grupos armados en Siria quedarán debilitadas. La batalla de Alepo ha pasado a ser pues, el Stalingrado Sirio.
Este cambio de escenario, tanto de las relaciones de Turquía con la UE como de la correlación de fuerzas en el Oriente Medio ha hecho recapacitar al gobierno turco que entiende que su política expansionista en la región no tiene futuro y que su posible ingreso en la UE tras la crisis de los refugiados se vislumbra lejana cuando no imposible, y ello le ha impulsado a buscar el acercamiento a Irán y Rusia con el fin de diversificar sus relaciones, lo que le otorga mayor independencia como nación y un mayor encaje económico entre la UE y el espacio euroasiático.
El espacio euroasiático se está conformando con dos centros económicos de vital importancia, al oeste la UE y al este China. Turquía esta obligada a actuar en dos frentes, hacia Occidente por formar parte de Europa y hacia Oriente por ser una de las puertas más importantes que puede unir Europa con Asia.
Sin embargo, en el presente, el gran problema del gobierno turco es que debido a las cambiantes políticas de los últimos años carece por ahora de la confianza suficiente tanto de sus aliados de la OTAN como de Rusia, lo que induce a estos socios a tener que adoptar políticas prudentes. El restablecimiento de las relaciones con Rusia es un primer paso al que deberán suceder otros basados en intereses prácticos comunes, como la reanudación del proyecto conjunto Turk Stream, de igual manera, Turquía deberá avanzar con la UE en la misma dirección de acuerdos prácticos sin caer en el chantaje de que debe elegir entre Rusia o la UE.

Un cambio de Turquía, orientado a ser una potencia regional sin aspiraciones territoriales expansionistas; independiente de los dictados de otras potencias, y con una política de paz y diálogo para hallar soluciones de convivencia con las minorías Kurdas, permitiría situar a Turquía en la perspectiva de aprovechar su estratégica ubicación geopolítica entre oriente y Occidente para abrir una etapa de paz y desarrollo.

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01/08/2016

NOTICIA. El 31/07/2016, en la ciudad polaca de Cracovia, el Papa Francisco, puso fin a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ)

Comentario

Quién cree en el mensaje de la universalidad

El 31/07/2016, el Papa Francisco en la explanada bautizada como Campo de la Misericordia en Cracovia (Polonia), en su homilía de clausura de la XXXI Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), ante cerca de dos millones de jóvenes les animó a defender "una nueva Humanidad".
El Papa Francisco pidió a los jóvenes que crean en un "nuevo mundo sin odios o fronteras como barreras, que sabe apreciar sus propias tradiciones sin egoísmo", y les exhortó a luchar pacíficamente por la honestidad y la justicia.

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El Papa Francisco en la elaboración de un nuevo pensamiento católico adaptado a los desafíos actuales mundiales viene insistiendo en la recuperación de la universalidad como fundamento del destino de la humanidad. Lo hizo en junio del 2015, en la Carta Encíclica, Laudato Si’, sobre: El Cuidado de la Casa Común”, en la que incorporó al pensamiento católico el impacto medioambiental y humano que actualmente padece la Tierra y la humanidad. La encíclica se situó  dentro del pensamiento universal en el diagnóstico y orientaciones para abordar el necesario cambio ideológico, político y económico para lograr la  unión de los seres humanos en armonía con la Naturaleza; ahora en Cracovia, en su homilía ante cientos de miles de jóvenes de todo el mundo volvió a insistir en la necesidad de recuperar los ideales universales de redención en la Tierra de todo el Género Humano.
Entonces y ahora con su exhorto a creer y luchar por un nuevo mundo fraternal abre una puerta inconmensurable a favor del diálogo entre diferentes formas de humanismo sea laico o religioso porque en los fundamentos de su universalidad existen los puntos de encuentro de quienes desde diferentes convicciones creen y trabajan en el objetivo de la fraternidad entre todos los seres humanos.
Sin embargo, el propio Francisco sabe que su discurso puede quedar en la envoltura, sin llegar a los corazones, cuando afirmó: "No dejen que sus almas sean anestesiadas, apuesten por el hermoso amor, que supone también una renuncia y un fuerte no al doping del éxito a cualquier precio y a la droga del pensamiento que sólo gira en torno a uno mismo y su propia comodidad".

El ideal de la universalidad ha sido consustancial al nacimiento y evolución de las grandes religiones, y tomó un fuerte impulso con el surgimiento del pensamiento ilustrado basado en la razón en los siglos XVIII y XIX, pero las trágicas consecuencias de expansión por la fuerza por diferentes religiones e ideologías del ideal de la universalidad que han terminado en guerras y barbarie, suscita el escepticismo de que tal ideal sea conveniente, y los hechos históricos parecen justificarlo.
En la edad Media y Moderna, debido a las guerras de religión que asolaron el mundo cristiano y musulmán y, en la Edad Contemporánea:
-A principios del siglo XIX, con la expansión por medio de la guerra de los ideales “universales” de la revolución francesa por Napoleón al resto del mundo;
- Durante los siglos XIX y XX, con la colonización por los imperios europeos de los territorios que constituyen los actuales países en desarrollo para extender los valores “universales” de la civilización occidental;
-En la Segunda Guerra Mundial, por la ambición del fascismo de dominar el mundo en base a sus propios valores “universales” (1939-1945);
-En el periodo de la Guerra Fría, debido a la ambición soviética y estadounidense de tutelar a las naciones bajo sus áreas de influencia en base a los principios “universales” del socialismo y el liberalismo (1945-1989),
-Desde el final de la Guerra Fría, por la pretensión de EEUU de exportar por la fuerza los valores “universales” de la democracia para intentar someter a su tutela a otras naciones, como lo ha hecho en las guerras de Afganistán, Irak y Libia.
Todas estas experiencias históricas muestran como el ideal de la universalidad se convierte en un atentado a la paz entre naciones y en una catástrofe humanitaria cuando se intentan imponer por la fuerza. Los valores de la universalidad solamente pueden ser logrados desde la colaboración, porque ningún fin justifica la guerra de unas naciones contra otras. Solamente se puede considerar legítima la guerra cuando es  defensiva, considerando que quien se defiende nunca inicia la guerra sino que responde a la misma de manera proporcionada a la agresión.

Sin embargo, el pensamiento político en el seno de las sociedades occidentales sigue inspirado en el derecho a intervenir e injerir en otras naciones en base a una supuesta supremacía moral en derechos humanos. Los países de la OTAN con menos de un 15% de la población mundial concentran más del 50% de los gastos militares del mundo y las principales intervenciones militares fuera de sus fronteras lo han protagonizado naciones de la OTAN, en unos casos, sin contar con la autorización de la ONU como lo fue en Irak, en otros sin el permiso del gobierno afectado, como es el caso actual en Siria donde la coalición internacional liderada por EEUU interviene sin el permiso del gobierno legítimo sirio ni de la ONU, o en claro abuso del mandato de la ONU como lo fue en Libia donde tomó partido en la guerra interna de ese país para derrocar al régimen de Gadafi. De esta cultura occidental, que justifica la injerencia participan con mayor o menor convicción tanto los partidos y gobiernos de derechas como de izquierdas.
De manera diferente los países del área euroasiática y de la región de Asia Pacífico han ido consolidando sus relaciones en base a los cinco principios de la coexistencia pacífica nacidos de la voluntad de que ninguna nación debe imponer su hegemonía ni injerirse en los asuntos de otra nación y se fundamentan en: 1. El respeto a la soberanía e integridad territorial de cada país; 2. La no agresión; 3. La no injerencia en los asuntos internos de otros Estados; 4. La igualdad en las relaciones, y 5. El beneficio mutuo.
Estos principios se fundamentan en la carta fundacional de las Naciones Unidas y resumen la doctrina para mantener la paz y promover la confianza en las relaciones entre naciones. De manera diferente, el autoarrogado derecho excepcional de algunas naciones occidentales a la intromisión unilateral en los asuntos de otras naciones promueve la desconfianza entre las mismas, y es la base que impulsa a la carrera armamentista.

La universalidad, precisa no solo de propósitos, sino de cómo se entiende la misma en la acción política y, en la actualidad, después de siglos de enfrentamientos en su nombre, los principios de la coexistencia pacífica son uno de los principales pilares sobre los que puede construirse la confianza en las relaciones internacionales para posibilitar la unión fraternal entre naciones como forma de avanzar hacia un "nuevo mundo sin odios o fronteras como barreras, que sabe apreciar sus propias tradiciones sin egoísmo”.